viernes, 9 de octubre de 2009

El Pececito


Cuando yo tenía diez años… un día estaba en el campo de mi abuelo a la orilla de un río y vi pasar un pescadito de un color un poco morado, me acerque para mirarlo y me pareció que me quería decir algo. Yo sabía que los peces no hablaban pero sabía que el trataba de comunicarse conmigo. Al rato lo vi esconderse debajo de una roca que tenía forma de cueva, yo me fui a la casa corriendo y esa noche no podía dormir pensando en la mirada de ese pececito.

Al día siguiente me levanté temprano y apenas tomé desayuno me fui corriendo al río, parecía que algo me llamaba. Me puse en la orilla y buscaba con mis ojos al pececito. De repente vi que algo se movía entre las rocas, la moví un poco y al levantarla vi al mismo pescadito pero se movía muy poco. Al querer tomarlo el sacudió su cola y con la poca energía que tenía se puso a nadar en círculos, como tratando de decirme algo. Sus ojos brillaban y no dejaban de mirarme. Yo traté de tomarlo de nuevo y con un salto pasó por encima de las rocas y nado río arriba. Yo lo seguí y cada cierto rato paraba a descansar, se veía cansado, y su color se ponía cada vez más azul.

Al avanzar río arriba vi como el agua tenía distintos colores y aparecía una masa aceitosa que corría más lento río abajo. Entendí que el agua estaba contaminada y eso tenía al pez moribundo.

Al llegar al lugar donde se juntaba con otro río, vi que el agua de este era de otro color, corría más despacio y tenía muy mal olor. El pescadito no podía avanzar y se veía muy inquieto, caminé  más arriba y me encontré con un lugar donde las personas que vivían cerca tiraban basura al río. Había aceite, metales, madera y todo tipo de basuras. Me di cuenta que eso tenía mal al pobre pececito, bajé por el río lo saqué del agua y lo llevé a un lugar donde el río estaba limpio.

 A los pocos días el pescadito empezó a recuperar su color verdadero, nadar más rápido y al fin ser un pez normal. Me puse muy contenta porque creo le salve la vida a ese pescado y pude hablar con algunas personas para que prohibieran botar basura al río, lo que pudo salvar la vida a otros peces.

Hoy tengo 12 años y cada vez que voy al río en el campo de mi abuelo, me acuerdo de ese pececito y miro a los otros peces que nadan y ninguno tiene un color morado, aprendí que los ríos son naturales y que no hay que contaminarlos, porque la vida de muchos depende del agua limpia.

jueves, 8 de octubre de 2009

¿Por qué el Mar Negro se llama así?


En Santiago de Chile en la Av. Las Condes, en una casa gigante de dos pisos, blanca y muy bonita, vivía una gran familia formada por cinco niños muy inquietos y traviesos. Dos padres muy trabajadores y un abuelo. Este abuelo se llamaba Adrian era viejito, calvo, bajito, de carácter muy dulce y una creatividad sorprendente, ya que le tenía que contar a los niños cada noche una historia diferente para que se durmieran.

Los padres salían muy temprano a trabajar y volvían muy tarde, cansados y contaban con Adrian para tener el silencio total en la casa para dormir bien y trabajar duro el próximo día.

Esa noche Adrian había planeado una historia que su abuelito le contó cuando él era chico y se llamaba :¿Por qué el Mar Negro se llama así? Él llamó a los niños a acostarse y los niños de inmediato se acostaron muy atentos mirando al abuelo para escuchar su historia.

-El abuelo preguntó, ¿uno de ustedes sabe por qué el Mar Negro se llama así?, hubo un silencio absoluto.

Adrian empezó a recordar cuando él era chico, cuando le narraron el cuento y empezó a repetir todas las palabras de su abuelo…

Hace muchos años atrás en la antigua Grecia, cuando se creía en los dioses: Poseidón, Zeus, Ades, y algunos otros, vivía una familia en una casa diminuta en la ciudad de Atenas. La familia estaba formada por tres miembros, una hija, llamada Ademia, un padre y una madre. Su familia era muy pobre a pesar de eso, Ademia era feliz. Ella era una niña de 14 años, de hermosos ojos azules, de pelo rubio y de carácter dulce.

Un frío día de invierno, mientras Ademia y su madre esperaban a su padre para cenar, llegó un señor que les dio la noticia de que su padre había muerto de un paro cardíaco en su oficina, nadie sabía la causa aún. Lloraron por varios días sin consuelo, hasta que la madre no podía pagar el arriendo de la casa y se tendrían que ir pronto.

Hasta que se les dio la noticia de que su padre les había comprado una casa con dinero que el ahorraba en secreto antes de morir.

La casa se ubicaba en Turquía, en la ciudad de Sinop, al lado de un desierto (que hoy es conocido como el Mar Negro), la familia lloraba de alegría y la madre decidió que viajarían al próximo día por la mañana.

Esa misma mañana, viajaron por barco a través del Mar Mediterráneo hasta llegar a Turquía y de ahí atravesaron toda Turquía entre ciudades, campos y pueblos hasta llegar a su hogar en Sinop.

La casa era grande, blanca de cálido ambiente, el terreno muy verde y con una brisa acariciadora que te da una sensación de tranquilidad. Cuando llegaron se impresionaron por lo maravillosa que era la nueva morada.

A las pocas semanas la madre consiguió un buen trabajo que le pagaban un buen sueldo y Ademia hizo nuevos amigos en su colegio, pero su mejor amiga era una niña llamada Adrienne, una niña un año mayor que Ademia, pelo negro, ojos cafés y de un carácter muy amable.

Después, de dos años, los habitantes de Sinop estaban hartos de que en el verano no tuvieran ningún lago o mar donde bañarse, entonces llamaron a el dios Poseidón y le pidieron que creara un lago. Él acepto, pero les dijo

-Les regalo este mar con una condición, el que se atreva a contaminarlo me lo llevaré al fondo del mar para nunca volver, ¿entendido?

-¡Sí!, gritaron todos.

Al próximo día, Poseidón había convertido el desierto en un hermoso lago, todos empezaron a bañarse y a pasarlo bien.

Pasaron otros cinco años, hasta que se descubrió la primera planta de petróleo y la más grande en Turquia. Ademia se interesó mucho en ese lugar ya que, no sabía que era una planta de petróleo y decidió invitar a Adrienne a este lugar para el próximo día, para explorarlo y ella aceptó.

Al día siguiente, Ademia se levantó muy temprano y fue a buscar a Adrienne a su casa. En el camino se preguntaban entre ellas –¿qué habrá allá?. Cuando llegaron vieron un gran tubo que apuntaba hacia el mar y Aemia preguntó,-¿Qué es eso?.

-No lo sé, dijo Adrienne muy curiosa. Siguieron recorriendo y vieron un botón que decía : ¡no presionar, derrame de petróleo!.

-¿Qué pasará si lo presiono? Y, ¿qué es petróleo?, preguntó Ademia muy curiosa.

-¡Presiónalo!, gritó enseguida Adrienne. Ademia apretó el botón y empezó a salir un horrible liquido negro por los grandes tubos. El mar empezó a pintarse de un intenso negro.

Ella muy asustada empezó a correr al igual que Adrienne. Cuando llegaron todos los habitantes de Sinop estaban reunidos observando el mar que se pintó de negro, uno de ellos alterado preguntó -¿quién ha hecho tal barbaridad?.

De entre los suburbios se escucho una vocecita que dijo -¡yo!, era Ademia.

-¿¡Por qué!?, gritó su madre sabiendo lo que iba a pasar.

De repente, se oyó un gran ¡splash! Y salió Poseidón furioso del fondo del mar y preguntó -“¿quién ha osado contaminar mi obra?”.

Ademia sabiendo lo que pasaría, con mucha valentía, pasó al frente y dijo: -¡yo!.

-Tú sabes cuál es el castigo, ahora vamos, dijo Poseidón.

-¡No!, gritó su madre saltando al frente. Poseidón sin tomar en cuenta a la madre, levantó a la adolescente y se la llevó al fondo del mar para nunca regresar.

Cuando ya todo había pasado un hombre saltó al frente y anunció: -¡Ya que, este mar está pintado de negro llamémoslo : ¡Mar Negro!, y así fue por los siglos de los siglos.

La madre después de una semana de llorar sin consuelo se suicidó, tirándose al mar para ahogarse y acompañar a su hija.

Una semana después, Poseidón regresó y reparó el mar dejándolo impecable y repitió nuevamente, -el que contamine este mar se irá conmigo hacia el fondo del mar, y se fue.

Adrian regresando al presente, notó que los niños estaban roncando y cuando iba bajando las escaleras para acostarse llegaron los padres de los niños y felicitaron a Adrian, diciéndole, -bien hecho Adrian, sabía que contaba contigo, ahora ve a acostarte. El abuelo agotado por tanto relato fue a dormir y a soñar con su infancia.